Había una vez, en lo más profundo de la exuberante selva del Amazonas, un chamán sabio y respetado por su tribu. Su nombre era Kiri, y poseía un conocimiento ancestral transmitido de generación en generación.
Kiri era un hombre de aspecto humilde, pero su sabiduría y conexión con la naturaleza eran incomparables. Pasaba sus días inmerso en la selva, escuchando atentamente los susurros del viento, los cantos de los pájaros y el murmullo del río. A través de su experiencia, había aprendido a comprender el lenguaje silencioso de la selva y a interpretar los mensajes ocultos en cada hoja y cada animal.
Un día, un joven ansioso y lleno de preguntas se acercó a Kiri en busca de sabiduría. El joven, llamado Tairu, tenía un espíritu inquieto y buscaba un propósito más allá de su vida cotidiana. Con ojos brillantes, le preguntó al chamán: “Kiri, ¿cuál es el secreto de la felicidad y la plenitud en esta vida?”
Kiri sonrió y llevó al joven a un claro en el corazón de la selva. Allí, rodeados por la majestuosidad de la naturaleza, el chamán comenzó su relato.
“Hace muchos años, cuando yo era solo un aprendiz, también me preguntaba sobre la felicidad y la plenitud”, comenzó Kiri. “Decidí embarcarme en un viaje espiritual en busca de respuestas. Durante meses, caminé por la selva, observé los ritmos de la naturaleza y aprendí de cada ser vivo que encontré en mi camino”.
Un día, mientras cruzaba un río caudaloso, me encontré con un anciano pescador. El anciano tenía una sonrisa en su rostro a pesar de su vida aparentemente sencilla. Me acerqué a él y le pregunté sobre su secreto para la felicidad”.
“El anciano me miró con calma y respondió: ‘La felicidad, querido Kiri, no se encuentra en las posesiones materiales ni en las metas mundanas. La verdadera felicidad reside en la aceptación y la gratitud por lo que tenemos en este momento'”.
“El pescador me contó cómo cada día, mientras lanzaba su red al río, daba gracias a la naturaleza por brindarle sustento. Apreciaba el río, los peces y la vida misma. Su gratitud sincera lo llenaba de alegría y plenitud, sin importar las circunstancias externas”.
Kiri miró a Tairu y continuó: “Ese encuentro me enseñó que el secreto de la felicidad no está en buscar afuera, sino en mirar adentro y apreciar lo que ya tenemos. La felicidad está en la conexión con la naturaleza, en la aceptación de nuestro ser y en la gratitud por cada experiencia que la vida nos ofrece”.
El joven Tairu reflexionó sobre las palabras del chamán y comprendió la profunda enseñanza que había recibido. A partir de ese momento, se comprometió a cultivar la gratitud y la conexión con la naturaleza en su vida cotidiana

