La Ayahuasca, esa medicina ancestral que ha guiado a tantos buscadores en el camino de la expansión de la conciencia, tiene la capacidad de abrir puertas hacia lo más profundo del ser. A través de visiones, sensaciones y comprensiones súbitas, nos habla. Pero, ¿qué es realmente esa voz que escuchamos en la experiencia? ¿De dónde viene y qué tan fidedigna es su guía?
La trampa de la “voz de autoridad”
Es común que, después de una experiencia intensa, las personas sientan que la Ayahuasca “les dijo” algo. Puede manifestarse como una certeza inquebrantable, un mensaje claro o incluso una orden. Sin embargo, aquí es donde la observación se vuelve fundamental. ¿Estamos realmente escuchando la voz de la medicina, o estamos proyectando nuestros propios condicionamientos a través de ella?
El ego tiene muchas formas de disfrazarse. Puede vestirse de humildad, de misticismo e incluso de espiritualidad. Puede hacernos creer que lo que recibimos en una ceremonia es una verdad absoluta, inamovible, cuando en realidad es una interpretación influenciada por nuestras heridas, nuestros deseos y nuestras estructuras mentales.
Muchos maestros han señalado este fenómeno. Carl Jung, con su trabajo sobre el inconsciente, nos enseñó que lo que emerge de la sombra no siempre es la verdad última, sino una parte reprimida de nuestra psique que busca integrarse. En la tradición chamánica, los taitas y curanderos experimentados enfatizan la importancia del discernimiento: no todo lo que se recibe en una ceremonia proviene de la “gran verdad”. Puede ser un reflejo de nuestras proyecciones, o incluso de energías externas que atraviesan el espacio de la experiencia.
La Ayahuasca como espejo de la consciencia e inconsciencia
La Ayahuasca es un canal, un puente. No es un oráculo infalible ni una entidad que dicta órdenes desde un trono invisible. Funciona como un espejo que refleja lo que hay en nuestro interior, pero ese reflejo no siempre es claro ni puro. A veces muestra la distorsión de nuestras propias creencias, otras veces nos hace atravesar los laberintos del subconsciente antes de llegar a una verdad más profunda.
Terence McKenna, quien exploró los límites de la mente a través de enteógenos, hablaba del “logos auto-transformador”, una voz interna que surge en estados expandidos de conciencia y que puede tomar muchas formas. Sin embargo, advertía sobre la posibilidad de caer en la trampa de la interpretación literal, en la que lo simbólico se convierte en dogma.
En la tradición budista, se habla del concepto de maya, la ilusión. Lo que experimentamos en estados alterados de conciencia puede ser una revelación, pero también puede ser una ilusión revestida de significado. La única manera de discernir es mediante la observación paciente, la integración consciente y la apertura al cuestionamiento.
Cómo distinguir la voz de la medicina de la voz del ego
Para navegar con mayor claridad en este proceso, podemos preguntarnos:
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¿La información recibida genera paz y expansión, o provoca ansiedad y separación?
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La verdadera comprensión nace de la armonía, no del miedo o la necesidad de control.
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¿Lo que “me dijo” la Ayahuasca refuerza mi sentido de importancia personal o me lleva a la humildad y el servicio?
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Si la respuesta nos coloca en un pedestal, es probable que el ego esté filtrando el mensaje.
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¿Estoy utilizando la experiencia como una excusa para justificar acciones o decisiones sin mayor reflexión?
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“La Ayahuasca me dijo que debo dejarlo todo y mudarme al Amazonas” podría ser una revelación genuina, pero también una fuga impulsada por la necesidad de escape.
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¿Estoy abierto a cuestionar lo recibido o lo tomo como una verdad absoluta?
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La verdad real no teme ser cuestionada. Si hay resistencia a indagar más allá, es señal de apego.
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El proceso de integración: donde ocurre la verdadera transformación
El viaje con la Ayahuasca no termina cuando la ceremonia concluye. La verdadera alquimia ocurre en la integración, en la aplicación de las comprensiones en la vida cotidiana. Como decía Ram Dass: “Si crees que estás iluminado, pasa un fin de semana con tu familia.”
La sabiduría no reside en la experiencia misma, sino en cómo la llevamos a nuestro día a día. Un mensaje recibido en una toma puede ser un punto de partida, no un destino final. Puede ser un símbolo que necesita desentrañarse con paciencia y observación, no una instrucción literal e inmediata.
Los grandes maestros espirituales han insistido en la importancia del discernimiento y la autoindagación. Krishnamurti nos recordaba que la verdad no puede ser entregada desde afuera, sino que debe ser descubierta desde adentro. La Ayahuasca puede señalar el camino, pero el trabajo de recorrerlo es nuestro.
Aprender a escuchar con el corazón abierto y la mente despierta
La Ayahuasca no es un juez supremo ni una autoridad que dicta verdades absolutas. Es un espejo, un canal, un proceso de revelación. Puede mostrarnos tanto lo más elevado de nuestra conciencia como las sombras que aún necesitamos iluminar.
El verdadero reto no es solo recibir los mensajes, sino aprender a escucharlos con humildad, discernimiento y valentía. No desde la obediencia ciega, sino desde la profunda conexión con nuestra esencia. No desde el ego que busca confirmación, sino desde el alma que busca verdad.
Porque al final, la Ayahuasca no nos dice nada que no esté ya dentro de nosotros. Solo nos recuerda lo que, en el fondo, siempre hemos sabido.
Con amor,
Carlos Niwe

